jueves, mayo 03, 2012

La guerra de Yugoslavia en el cine

Este mes se ha conmemorado el veinte aniversario del inicio de la guerra de Bosnia. Dos décadas han transcurrido desde la última vez que la barbarie se enseñoreó de un rincón de Europa. La efemérides, por supuesto, se celebró con sordina, conscientes todos de la vergüenza que aquel episodio dejó impreso en la memoria europea, como un escarnio que manchara, en mayor o menor medida, por acción u omisión, a todos y cada uno de sus miembros.

Veinte años es también un lapso de tiempo suficiente para echar la vista atrás y extraer con serenidad consecuencias de tan trágico episodio. Y es que la barbarie que se adueñó de los Balcanes produjo en sus comunidades destellos de gran creatividad dirigidos si no a comprender al menos sí a plasmar la sin razón, los efectos y consecuencias de aquella tragedia.

Por ejemplo, la película “Before the Rain" (Antes de la lluvia) del director macedonio Milcho Manchevsky, anticipaba con enorme sensibilidad, al modo de una sugerente profecía simbólica, la catástrofe que se avecinaba basándose para ello en los odios atávicos entre las comunidades serbia y albanesa que volvían a resurgir, bien fermentados tras décadas de coexistencia.


A ésta le sucedió “Underground”, la excesiva, delirante y opresiva versión del conflicto, una vez ya desatado, concebida por el reconocido director bosnio Emir Kusturica. Si bien la película recibió críticas por su excesiva complicidad para con el modo de sentir serbio resulta imposible no sentirse anonadado por el derroche de imaginación, de visceralidad que emana de la pantalla.

Un aspecto curioso es que las películas sobre el conflicto yugoslavo –quizás por falta de medios- rara vez reflejan los acontecimientos acaecidos en el campo de batalla. La película que más se aproxima a lo que se entiende como una cinta bélica convencional es “Pretty Village, Pretty Flame”, de Srdjan Dragojevic, en la que tras una escaramuza armada un grupo de soldados serbios queda atrapado en un túnel rodeado por fuerzas bosnias. La familiaridad sobreentendida que se da entre los contendientes de uno y otro bando, posible solo en las guerras civiles, sirve de contrapunto al drama.

“Cabaret Balkan” (Como barril de pólvora), de Goran Paskaljevic, por su parte, se centra en las devastadoras consecuencias que la guerra tuvo para los habitantes de un Belgrado poblado por personajes más próximos a los zombies que a los seres humanos. La película nos muestra a una sociedad desquiciada, paranoica, víctima de repentinos estallidos de violencia y animada por constantes deseos de revancha. La cordura, la moralidad, se han difuminado en una capital serbia que vive sumida en la oscuridad de una noche perenne y siniestra.

La dimensión internacional del problema yugoslavo viene plasmada, con una cálida humanidad no exenta de humor, en “Beautiful People”, de Jasmin Dizdar, en la que una pléyade de refugiados yugoslavos pugna con desigual acierto por adaptarse al exilio, sirviendo en esta ocasión de escenario un Londres veraniego. En otro registro muy distinto, es el director griego Theo Angelopoulos quien, valiéndose de su sentido de la escenografía, ofrece su versión casi onírica de la tragedia balcánica en la hipnótica y grandilocuente “Ulysses' Gaze” (La mirada de Ulises).


Uno pensaría que semejante reguero de películas daba como para organizar una muestra, un potente ciclo que aproximara el conflicto de los Balcanes y sus devastadoras consecuencias al público. Y por qué no al de un país como el nuestro que comparte su propia tradición de intolerancia trufada de tensiones nacionalistas, al que no le vendría mal abrir un poco más los ojos. Sí, sé que algo así resulta difícil de concebir, casi una quimera en estos tiempos de drásticos recortes en el gasto que siempre afectan en primer lugar a lo más superfluo, a la cultura por ejemplo. A todo aquello que es simple adorno, un lujo, que no tiene un impacto mensurable, una utilidad real, lo que ante la primera dificultad lo convierte en prescindible.

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